La celebración de menos espectáculos taurinos (corridas de toros, novilladas y
rejones) han dejado en el campo mil cabezas.
La crisis económica afecta con duplicidad a un mercado en el que cae la demanda
y al que habían llegado nuevos ricos provenientes del sector del ladrillo.
La alimentación de los toros, debe reforzarse con pienso, los pastos no
abastecen totalmente la ingesta de los animales, eleva el coste hasta una cifra que impide un
beneficio suficiente como para mantener la explotación. Todas estas circustancias hacen, hoy
más que nunca, del negocio de bravo pura vocación.
Al aspecto económico habría que sumarle otro factor no menos importante y con
difícil remedio, determinados encastes, diferenciados por el comportamiento para la lidia y la
conformación física, se sitúan en una zona de grave riesgo de extinción.
Ante esta situación los ganaderos de bravo han ajustado sus camadas a la demanda
en declive de los empresarios organizadores de estos festejos.
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